« (…) eso de llamar arte a la cocina me parece una cursilería, como otorgar un honoris causa a un señor que sabe hacer una tortilla. » Así habla el filósofo Fernando Sabater en una entrevista del Magazine de La Vanguardia del 28 de diciembre del 2008.
Me alegro que algunas personas se atrevan a hacer caer de su pedestal de pacotilla la denominada “alta cocina”. No es que quiera desvalorizar este oficio, del que estoy totalmente enamorado – Cocinar es para mi una de las tareas más nobles, una de las maneras más preciosas, más sinceras, en nuestra era del “todo tecnológico”, de comunicar amor y despertar sentidos tan despreciados como el gusto y el olfato – pero que este empeño de algunos críticos y cocineros a querer que la cocina pueda ser considerado como “arte” me esta tocando bastante los c….es.
Parece que los cocineros tampoco no se salvan de esta clara tendencia del “quiero más” muy sintomática de nuestra época: Incluso cuando sus restaurantes son reconocidos, que no se puede conseguir una mesa sin reservar, que las revistas, las guías les sitúan como referentes, que sus clientes acuden numerosos para disfrutar de sus creaciones, pues todo eso no es suficiente. Quieren ser “artistas”, como si esta denominación fuera el listón más alto al que se puede llegar.
Me gustaría verdaderamente conocer lo que ellos entienden por “arte”, si este reconocimiento trascendente al que sueñan, está guiado por alguna reflexión. Lo que de verdad, dudo…
Todo eso se parece más a un capricho digno de unos de estos candidatos descerebrados a programas tipo Operación Triunfo que aspiran a una gloria mediática rapidita, que a unas personas creyendo al concepto estético de cocina dentro del arte, después haber analizado todo Platon, Aristoteles, Hegel, Kant, Heidegger, Nietzsche, Alain, Kandinsky, Schopenhauer, Adorno, Valery etc etc etc.
Por favor señores cocineros, no dudéis de vosotros, sabemos cuanto vuestro oficio es duro, los sacrificios humanos, sociales a los que estáis confrontados, vuestra entrega para conseguir una cocción, una alianza, un equilibrio, en cada uno de vuestros platos. La nobleza de tener como objetivo despertar en nosotros una emoción.
Pero no os disperséis, porque lo único que os espera en este camino equivocado, es hacer el ridículo!
Salud!
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