lundi 10 août 2009

EL MAGAZINE DE LA VANGUARDIA

En 2007, la revista PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences of the United Status of America) publicaba los resultados de un experimento realizado por un equipo de investigadores del Instituto de Tecnología de California y de la Universidad de Stanford bajo el titulo: Marketing actions can modulate neural representations of experienced pleasantness. Este estudio, realizado con la tecnología de la Resonancia magnética nuclear funcional (RMNf), demostraba lo que ya sospechábamos: El precio de una botella de vino incrementa el placer del consumidor, independientemente de su sabor.
Como lo decía en Mondovino el arrogante propietario de Harlan Estate (y promotor inmobiliario), Bill Harlan: “El precio refleja la calidad del vino que usted compra”...



Este concepto comercial de ética de lo más dudosa lo han entendido perfectamente bien los dos viticultores que posan en la portada del Magazine de La Vanguardia del 26 de julio 2009, Álvaro Palacios y Peter Sisseck, así como su distribuidor exclusivo en España, Quim Vila de Vila Viniteca.
En este número, las dos estrellas del vino español que elaboran los dos vinos más caros del país (o unos de los más caros) contestan a las preguntas de Alfred Rexach, una entrevista cuya lectura se puede hacer de diferentes formas. Por lo menos, es relevante ver como el periodista orienta la discusión sobre el aspecto financiero, visto que cinco de las diez preguntas tratan de este tema, y de una manera general, el hecho que sus vinos alcancen precios estratosféricos.

En efecto, como explicar que 75 cl de vino puedan llegar a costar cerca de 600 € para L’Ermita , hasta 1275 € para Pingus en 2005 (Precios Vila Viniteca)?
El juego consiste primero en llevar el lector/consumidor a creer que estos precios no son para nada debido a ninguna ecuación marketing (rareza+precio por las nubes+buenas notas de unos periodistas dóciles1 = vino de calidad inigualable), pero son el ineluctable resultado de los bajos rendimientos, del cuidadoso trabajo a mano, de la escasa producción etc. “Por fuerza. No hay otro remedio”, como dice Álvaro Palacios en la séptima pregunta de la entrevista; Y a continuación de empaquetar todo eso de una buena capa de romanticismo (si, en el mundo de los enólogos-forenses, el romanticismo suele ser el excipiente…): “Somos guardianes de una cultura milenaria, mi vida está basada en el mundo del vino ancestral (…) Hablar con los ancianos, que son quienes conservan la memoria profunda del vino, es un placer y una lección”, dice Álvaro Palacios; “Respetar la sabiduría y la manera de trabajar de los viticultores que se ha ido acumulando durante siglos (…) Conseguir vinos con esa claridad, con esa transparencia, con esa verdad profunda (…) Álvaro y yo estamos redescubriendo la esencia del vino español” nos canta Peter Sisseck. Ni más, ni menos. Un poco más y se me caen las lágrimas!

La verdad es que no se si hay que reírse de estas “declaraciones de humildad” o indignarse de que para la mejor parte de los aficionados y profesionales, este modelo represente la cima del vino. Peter Sisseck, en un “rayo de lucidez” acierta como ninguno cuando dice “Ya sé que diciendo algunas cosas de las que aquí decimos habrá quién se nos eche encima”. Y nos entrega, llave en mano, la clave de este negocio: “Los vinos mágicos no son democráticos”. Respuesta de un empresario animado 100% por un liberalismo de lo más repugnante, a una pregunta que tiene la sencillez, de su evidencia, tan ingenua como esencial: “El vino es también un alimento y una bebida que debe estar al alcance de millones de personas”. Aquí estamos, y no es negociable. En seis palabras, Sisseck nos define el mensaje en el que basa sus negocios: Hacer creer que nosotros, la plebe, pobres con poder adquisitivo tan bajo no tocaremos nunca lo excepcional, que el orgasmo gustativo nunca estará a nuestro alcance! Esta frustración concienzudamente orquestada por estos sucedáneos de viticultores les permite entonces vendernos vinos en cantidades mucho más importantes, con su sello, y dando al consumidor medio que con estos vinos tocan un poco, de la punta de los labios, un trocito de estos “vinos mágicos”.

Pero hoy en día la gente parece cansarse de este sistema que parece de otra época, del vino ostentoso. Estos vinos caros se venden cada vez menos y se necesita sacar a la venta vinos asequibles, que se vendan de verdad. Álvaro Palacios nos habla del Placet, “un blanco que no resulta nada caro” como lo describe. Me costó la módica suma de 19,50€, lo que me pareció un poquito caro para una pura infusión de madera… En el Celler Can Dani donde compré esta botella, me dijeron que costaba 11 euros y pico el año pasado. A lo mejor A. Palacios no se había enterado de este subidón de 60%...
Sisseck nos habla de sus vinos que “cuentan con precios muy por debajo del Dominio de Pingus”. Diría que nos es muy difícil. A pesar de eso, estos vinos se sitúan entre una treintena de euros para su nuevo PSI o Clos d’Agon (los vinos de esta bodega de Calonge fermentando todos con levaduras seleccionadas, como me lo dijo su enóloga en La Música del Vi, la feria organizada por Vila Viniteca), y una setentena para Flor de Pingus.

En fin, arrogancia me parece la palabra más adecuada para definir esta forma de concebir el vino. Arrogancia como en esta foto donde los dos parecen exhibir un reloj (que supongo de marca), como si de una publicidad se trataba, arrogancia como en esta entrevista donde el periodista cuenta como el teléfono móvil de Peter Sisseck no para de sonar, añadiendo que además contesta a estas llamadas (lo siento, pero cuando hablas con alguien, si no apagas tu teléfono, que se tenga la cortesía de no contestar!), pero la palma la dejo a Sisseck. Me acuerdo como, durante la feria organizada por Vila Viniteca, su stand se quedo vacío la casi totalidad del día, como lo vemos en esta foto. Vi entonces un hombre dirigirse detrás de la mesa donde se encontraban botellas vacías, mirarlas unas detrás de otras hasta encontrar en una de ellas un culito de vino, se lo sirvió y se fue, feliz, seguro que pondrá contar a sus amigos que ha probado Pingus, y sobre todo la emoción que le procuró este vino mágico. Y aquí esta clave. Mientras nosotros sigamos con estos tipos de comportamientos, ellos seguirán contaminando una cierta manera de entrever la agricultura.

Saludo a todos estos viticultores que trabajan cuatro, cinco, diez hectáreas, durante todo el año podando, labrando, observando, a veces viñas centenarias o prefiloxéricas, me inclino delante estos viticultores elaborando vinos auténticos, sin red, sin aditivos, durmiendo siempre con un ojo abierto, con el riesgo de perder un deposito, vinos singulares y que si, se venden a precios asequibles. Por honestidad, por estéticas, por humildad, porque ellos piensan de verdad que el vino es un alimento para todos.




1 Funcionamiento de gran parte de los periodistas relativo a estos vinos:

- Tener la misma opinión que los otros, es decir no escribir que un vino no es tan bueno como lo dicen sus colegas para no correr el riesgo de estar marginado o descalificado por sus colegas o por los “viticultores estrellas”;
- Escribir que estos vinos son mágicos para hacer salivar más o estos que sueñan de probarlos y mantener así su halo de profesional que si, sabe lo que es un gran vino;
- No comunicar ninguna critica por poco que sea negativa, para no dejar de ser invitado a estas súper catas reservadas a unos happy few, donde se ofrece el privilegio de beber vinos que el común de los mortales nunca tendrá la posibilidad de catar, así como para que las grandes bodegas sigan pagando publicidad en las revistas.