Ya lo hemos hecho por segunda vez. Como el año pasado, el último domingo de marzo, volvimos a hacer arder el Convento de St Augustí de Barcelona con lo que creo era un gran abanico de las múltiples caras que pueden tomar los vinos naturales.
Fueron cerca de 500 personas las que se acercaron a nuestra fiesta, a pesar de que este domingo era el primero de las vacaciones!
Del Loira a Granada, de la Borgoña al Piemonte, del norte al sur de la Cataluña, cada uno se podía dejar llevar en la inmensa y alentadora diversidad que nos proponen unos vinos elaborados con respeto a la tierra, al entorno y a los hombres, con una excursión hacia los extraordinarios tes chinos y japoneses que importan Jing Jing y Ambrós desde su tienda ‘Tetere”, y las cervezas que elabora Àlex Padró en su “mini fábrica” del Hospitalet.
La presencia notable de cuatro viticultoras, en este universo dominado por lo masculino, fue un gran soplo de aire fresco y de poesía!
Fue destacable que un número mucho más elevado de profesionales y aficionados acudieran este año a nuestra feria, aunque la dificultad para muchos de ellos a la hora de entender estos vinos es evidente.
Las prácticas de cultivo rechazando herbicidas, abonos o productos de tratamiento químicos de síntesis reciben una atención que cualificaría de comprensiva (por una parte porque estos productos químicos son hoy en día difícilmente defendibles, y la ciencia está aquí para demostrárnoslo, y por otra parte porque es algo que no vemos desde nuestras ciudades, estamos alejados de la realidad de los campos, ya no sabemos observar a un suelo, una planta, y que un viticultor elabore su abono o quite las yerbas a mano seduce auque fuera por su lado “romántico”); la dificultad se expresa cuando se trata de experimentar los vinos elaborados sin aditivos. Porque entramos directamente en contacto con vinos que muy a menudo salen de todos los cánones que nos han transmitido, que se escapan de todos estos moldes más o menos fijos en los que nos encontrábamos tan cómodos, y definitivamente, los vinos naturales requieren una nueva aproximación de la cata.
Porque para entender estos vinos, es imprescindible cambiar, y de forma radical, su manera de degustar. Eso es sin duda la razón que explica porque pocas veces son los “entendidos” que despiertan o lideran estos cambios, pero los consumidores; los que no catan, pero beben; los que no reciben muestras de viticultores en espera de una buena crítica, pero que van semanalmente a comprar en tiendas sus botellas. Personas que no están enjauladas en normas conformistas e inmovibles. Personas que tienen un objetivo obvio: el placer.
Entre poner un nota a un vino y tener como objetivo soberano el placer, tenemos un mundo! Dos opciones de vida, dos filosofías se chocan para casi nunca cruzar sus caminos.
Y aquí esta la razón que hace que, en países donde ya se bebe desde hace tiempo vinos naturales como en Francia, Italia, Bélgica, Canadá, Japón etc., observamos que los consumidores que empiezan a disfrutar verdaderamente de este tipo de vino no pueden volver a beber los vinos que bebían antes. No hay marcha atrás. Los vinos convencionales ya no entran, el cuerpo no los acepta. Y no conozco a nadie capaz de disfrutar con la misma intensidad de un Côt de Thierry Puzelat un día y con un Mouton Rothschild el día siguiente, no conozco a nadie que le gustaría de la misma manera un Macabeo de Laureano Serres y un Clos d’Agon blanco. No hay peleas, no hay mal entendidos, solamente dos maneras de mirar el mundo.
En nuestra cultura judeocristiana, existe una verdadera dualidad entre el cuerpo y el alma. El cuerpo, pecador, culpable, odiable, mortal, y el alma, eterna, que nos une al mundo de las Ideas y Conceptos puros. Una real esquizofrenia del cuerpo como lo dice el filósofo Michel Onfray.
El vino sometido al juicio del degustador debe acercarse a esta imagen perfecta, a este vino soñado, idealizado, fantaseado. El vino está primero sometido a la vista, el sentido noble por excelencia; y a continuación al olfato y al gusto, los sentidos más animales, que nos agarran a la tierra. Pero como si fuera una promesa de placer demasiado tentadora, el vino es rechazado y escupido. Se quedará el espacio de un momento en la boca, sin penetrar más allá en nuestra carne.
Desde Platón hasta hoy, pasando por supuesto por Kant y el idealismo alemán, la filosofía “oficial” siempre nos ha llevado a pensar que existe una Idea de lo bello, que existe una universalidad de la belleza.
Poner una nota a un vino, quedarse en esta verticalidad del juicio de valor no es otra cosa que admitir que un “gran vino” corresponde a un Ideal al que cada vino debe acercarse. Un Ideal que, de hecho, deja poco sitio para la diversidad, puesto que todos los vinos deben confluir hacia el mismo punto. Es colocar el objeto sometido a nuestro juicio en una visión estática, cuando los amantes de vinos naturales se posicionan en una visión dinámica.
Como Marcel Duschamp revolucionó nuestra manera de pensar el arte, los vinos naturales revolucionan nuestra manera de pensar la cata. Algunos pueden quejarse, enfadarse, rechazar el Urinario de Duchamp o una volátil un poco subida, lo que no podrán nunca negar, que les guste o no, es que de la misma manera que no se puede pensar el arte contemporáneo sin Duchamp, nadie puede objetivamente negar que el futuro del vino no se podrá nunca pensar sin la poderosa influencia de los vinos naturales.
En fin, una vez más, esta feria fue una verdadera fiesta, una invitación a volver a encontrar la esencia del vino en lo que creo su función fundamental: unir a la gente, compartir, intercambiar, para celebrar la vida!
1 commentaire:
Ya era hora de que escribieras!!! Joder!!!
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