Si estoy profundamente convencido que rechazar cualquier tipo de productos de tratamiento, herbicidas o abonos químicos de síntesis es la única vía para mantener la vida microbiológico del suelo (y entonces su estructura y su perennidad), preservar el frágil equilibrio de la flor y de la fauna, obtener una uva equilibrada y finalmente poder elaborar un vino sano y auténtico, sin la utilización del gran arsenal químico que nos propone la enología moderna, hay que constatar por desgracia que el sello ecológico obtenido por parte de los organismos de certificación oficiales es un garantía de un valor cada vez mas escaso.
El sello ecológico en el mundo del vino nos confronta a dos problemas:
- el primero es que de una manera general, este sello no es para nada una garantía de buen hacer. Así, se puede perfectamente tener rendimientos muy altos de forma absolutamente ecológica; se puede echar demasiado abono, aunque este sea orgánico; algunos productos de tratamiento no son tan inofensivos como podrían parecer: muchos agricultores suelen “pasarse” en cuanto a la utilización de cobre (o “bouillie bordelaise”), para combatir el mildiu. Este metal se acumula en el suelo y bloquea el trabajo de las bacterias. De la misma manera, el único producto ecológico para tratar la flavescencia dorada, la rotenona (molécula que se extrae de plantas tropicales), revela ser un producto mucho más dañoso que el producto de tratamiento convencional.
- segundo problema, el sello ecológico indicado en la etiqueta de los vinos tiende a sembrar mucha confusión hacia los consumidores y por desgracia hacia muchos profesionales. En efecto, muchas personas que compran un vino que lleva este sello creen comprar un “vino ecológico”. Entonces, dejemos por una vez las cosas claras: legalmente, el vino ecológico NO EXISTE!!! No existe ningún sello que permite certificar la elaboración de un vino ecológico. El vino viene de la agricultura ecológica, pero su elaboración está en su gran mayoría sometida a las mismas prácticas enológicas que los vinos que vienen de una agricultura “convencional”. Es decir utilización de levaduras seleccionadas, acidificación, niveles altos de SO2, estabilización por frió, filtraciones excesivas etc.
Así que las “tiendas ecológicas” venden todas vinos que vienen de la agricultura ecológica, pero que contienen productos no admitidos en los otros productos que proponen en sus tiendas, entre otros el anhídrido sulfuroso (SO2) como conservante.
La gran diferencia entre el vino y una fruta o una verdura, es
Más allá de este “sello ecológico”, hay que constatar que los consumidores suelen creer que el vino es un producto “natural”, conteniendo solamente uv
Me parece bastante obvio que el sello ecológico aplicado al vino tendría que aplicarse a vinos elaborados con, y solamente con el zumo de uva fermentado. El anhídrido sulfuroso añadido es sin duda la razón principal que hace que el sello “vino ecológico” todavía no exista. Cuantos viticultores consiguen hoy elaborar un vino sin la utilización de este conservante?
Al final, la única garantía real que nos garantiza la compra de un producto ecológico, es poder consumir un producto que no contiene restos de productos fitosanitarios químicos de síntesis, lo que ya es mucho…